Los Coen han acabado saliéndose con la suya y se han alzado como los grandes vencedores de la noche de los Oscar: mejor actor secundario, mejor guión adaptado, mejor dirección y mejor película para No es país para viejos, un excelente y violento thriller situado en la frontera de los Estados Unidos.
Debo admitir que no acerté en la quiniela. Mi error fue el de pretender que la academia buscara una posición ecuánime a la hora de premiar las dos películas favoritas: No es país para viejos y Pozos de Ambición. Por alguna extraña razón me convencí a mi mismo de que se repetiría la misma situación de los Oscar 2000 en que las principales categorías se repartieron entre dos películas. Ese año fue Gladiador quien ganó la estatuilla a mejor película y actor –junto con tres premios más por sonido, vestuario y efectos visuales- mientras que Traffic consiguió el premio a mejor director para Steven Soderbergh además de guión adaptado, actor secundario y montaje. El hecho de que tanto los hermanos Coen como Paul Thomas Anderson ocupen lugares de honor dentro de mi lista de directores favoritos no ayudó a que eligiera con más tino la lista de ganadores.
Sea como sea, y sintiéndolo mucho por Thomas Anderson, no me entristece el resultado de esta 80 edición de los premios de la academia. Considero que la película ganadora es una nueva muestra de hasta donde son capaces de llegar los Coen. Su trascripción a la pantalla de la obra de Cormac McCarthy es magistral. No he leído No es país para viejos pero sí otras obras del autor y comparten la misma parquedad de palabras, la crudeza de las acciones y la textura áspera y polvorienta que encontramos en el trabajo de los Coen.
Quizás lo más sorprendente es como los dos hermanos han conseguido mantener una escrupulosa fidelidad al libro –las últimas palabras de la cinta coinciden con las de la novela- al tiempo que imprimen su sello característico que nos remite a trabajos ya míticos como Fargo, Muerte entre las Flores y Sangre Fácil.
Por otro lado, y como viene siendo ya habitual en ellos, los Coen han tratado con tanta precisión el trabajo de los actores como el resto de apartados técnicos y artísticos. Esto hace que la película esté llamada a convertirse en uno de los mejores trabajos de los Coen y, por tanto, una de las mejores películas de las dos últimas décadas. No exagero. Lo que en manos de cualquier otro podría haberse convertido en un ruidoso telefilme de acción, logra a cargo de los Coen, matices de obra maestra. En definitiva, No es país para viejos es un meticuloso, musculado y eficaz mecanismo de relojería capaz de transmitir emociones al mismo tiempo que dispara nuestra adrenalina plano a plano.
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