'Locos por el Surf', ¿la segunda mejor película de animación del año?

Debo admitir que cuando Locos por el Surf apareció en las pantallas de cine, la catalogué demasiado rápidamente como otra película de animación. No deja de ser triste que solamente 12 años después de Toy Story (1995, John Lasseter) el formato de animación se haya convertido en un cajón para todo tipo de productos de calidad más que simplona. El salto cualitativo a nivel técnico pero también artístico que propició la película de Pixar ha dado paso a un vulgar montón de películas preciosamente fotografiadas y diseñadas pero sin alma ni corazón. Hace ya tiempo que no es oro todo lo que reluce dentro de la animación digital, y entre una obra maestra como Ratatouille (2007, Brad Bid), capaz de romper (aún hoy) fronteras entre el cine familiar y el cine a secas, y productos oportunistas y facilones como Shreck 3 (2007, Chris Miller), existe un abismo tan grande que deberíamos dejar de encasillarlo todo bajo el mismo paraguas.

Pues bien, como decía al principio, catalogué demasiado aprisa Locos Por el Surf como otra película más del género. Pero debo entonar un mea culpa, ya que esta película es cualquier cosa menos convencional.

Lo primero que hay que destacar de Locos por el Surf es su apuesta visual y temática, ya que está rodada como si se tratara de un documental. Cámara al hombro, la película sigue a todos los protagonistas de un campeonato de surf haciéndoles entrevistas, grabándolos en su vida cotidiana e, incluso, importunándolos cuando estos no quieren hablar. Este simple hecho, que puede verse como anecdótico al principio, cambia totalmente la forma de concebir el cine de animación. De golpe y porrazo nos encontramos ante unos personajes más reales que reaccionan de forma natural y que interactúan con los reporteros. La cámara pasa a ser un nuevo personaje grácias a su realismo a la hora de reencuadrar los planos, seguir a un personaje, agacharse, correr, enfocar…

Vendría a ser muy largo y complicado explicar aquí como se consigue esta apariencia documental tratándose de una cinta animada, formato que generalmente nace de un storyboard que se va expandiendo. En los extras del DVD se explica con pelos y señales, pero basta decir que es más que una apariencia. Los artífices crearon un entorno en el que, Realmente, tenía lugar la acción, más allá de que hubiera alguien mirando. A continuación, a través de unos aparatos especiales, unos cámaras se encargaban de filmar lo que sucedia con la libertad de estar filmando realmente sobre el terreno.

Es cierto que en alguna ocasión se sobrepasa el límite de lo que puede o no puede captar una cámara al hombro. En especial la secuéncia del tobogán y el último plano de la película desafían la credibilidad que desprende todo el metraje, pero conviene ser benévolos en estos pequeños aspectos pues, en global, la sensación de veracidad que transmite toda la película es apabullante. Además, a lo largo del metraje se combina la acción con todo tipo de recursos como cintas antiguas (con marcas de ruido, grano y colores pálidos), fotografías, montajes musicales… que le acaban de conferir la apariencia de un auténtico documental, aunque trate sobre pingüinos surfistas.
Pero no es solo el apartado técnico lo que hace importante esta película. Lejos de los blandos y trillados mensajes de crecimiento a que nos tiene acostumbrados el cine de Hollywood, es una película sobria y nada espectacular en el terreno de las emociones. Los espectadores adultos sabemos de antemano cual será el final de la historia, pero el reencuentro con la figura paterna, el aprendizaje sobre lo que es ganar o perder, la importancia de ser uno mismo y dejar a un lado las apariencias (temas tan aburridos como ya vistos), se tratan sin efectismos y son las acciones de los personajes, más que la expresión oral de sus sentimientos, lo que consiguen transmitir las emociones en los espectadores

Un tercer punto, y este es quizá el que me enganchó de pleno, es el tratamiento que hace del surf. Al final del metraje (rematadamente corto, cosa que se agradece) eché de menos algunas escenas más de olas, de surf, de piruetas. En el audiocomentario que acompaña a la película, uno de sus directores (creo que es Chris Back quien habla), destaca una frase de los surfistas y cineastas hermanos Malloy: “muchas películas de surf no lo captan bien. Creen que solo se trata de cabalgar sobre las olas, y se trata de la vida y de como la vives”.

Creo que en Loos por el Surf se aplica esta máxima al pie de la letra. Lo verdaderamente importante de la película no es el surf, sino que es una simple (y espectacular) excusa para crear una buena cinta de animación. El nivel de concreción y austeridad es más que loable teniendo en cuenta lo visualmente goloso que es este deporte y la facilidad que tiene el cine de animación para crear, literalmente, cualquier cosa.

Quizá me esté excediendo y la película no tenga tanta importancia. No sé si al resto de espectadores les habrá producido un impacto como a mi, pero me atrevo a calificar Locos Por el Surf como la mejor película de animación de este 2007 tras Rataouille. Al igual que me pasó con la película de Pixar, no solo consiguió emocionarme y sorprenderme, sinó que seguí pensando en ella durante los dias siguientes al visionado. Y eso es algo que muy pocas compañias de animación consiguen hoy, pese a lo mucho que se esfuerzan en conseguir imágenes cada vez más realistas y espectaculares. Pero bueno, ese es el mal de todo el cine comercial actual. Y los dibujos animados no iban a ser una excepción.


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