El presente texto coge prestado el título del documental sobre surf que Dana Brown rodó el año 2003 y que llegó a nosotros bajo el descacharrante nombre de El Club de las Olas. Lo que proponía Brown con esta película no era un típico reportaje sobre saltos, piruetas, tablas y playas paradisíacas. Step into liquid es un honesto y emotivo homenaje a una forma de vivir, pensar y actuar dictada por las olas y por el agua y donde el surf es más una filosofía que un deporte extremo. Algunos de los entrevistados son surfistas profesionales pero otros son jubilados, obreros, comerciales, profesores, niños o grupos de amigas universitarias y, todos ellos, se confiesan unos adictos al agua y admiten que el momento en que dejan tierra firme y dan el primer paso en el líquido es cuando realmente se sienten libres.
El surf puede ser una metáfora tan buena como las que usa Bauman en su libro para reflexionar sobre la tendencia del mundo actual. La sociedad de hoy es una gran cresta de la ola sin principio ni fin. Lo que haya sucedido en el pasado no nos importa demasiado ni tampoco somos capaces de prever lo que sucederá en el próximo instante. Debemos seguir adelante, en un perpetuo avance, sorteando los vaivenes del agua sin importarnos a donde va a parar lo que dejamos atrás. Si nos detenemos un solo instante el firme bajo nuestros pies se deshará y, la ola, o bien pasará de largo o bien nos arrollará. Y no debemos descartar que sucedan las dos cosas...
Durante su travesía el surfista deberá actuar solo. Sin nadie en quien apoyarse ni sin la compañía de nadie. Quizá vea pasar otros surfistas en su misma situación, pero será un encuentro rápido y esporádico, sin ninguna esperanza de permanencia o de durabilidad.
Lo que diferencia la vida real del surf es que mientras la ola, tarde o temprano, se extinguirá, la vida líquida real propone un gran número de instrumentos para que el individuo pueda seguir avanzando sin perder potencia ni ritmo. Todos esos instrumentos los encontramos en los bienes y servicios de consumo. El mercado ha acaparado todas las esferas de actuación del ser humano y lo ha relegado a un mero consumidor. Bauman aún va más lejos al añadir que el auténtico objetivo de estos bienes y servicios nunca debe ser su adquisición sino que debemos tener la capacidad para deshacernos de ellos lo suficientemente rápido como para acceder a otros que se encuentran aún más lejos.
Cada paso en pos de una satisfacción será inútil pues el paradigma consumista establece que los anhelos y esperanzas del consumidor nunca deben quedar saciados. Por eso cada día aparecen nuevos productos o variantes de esos productos, listas de los 100 discos imprescindibles o de las mejores películas del año, libros que ya tenemos pero que volvemos a comprar porqué están encuadernados en piel y ediciones especiales de DVD que ya compramos hace años.
Anteriormente, en la época anterior a esta descerebrada postmodernidad, el individuo tenía instituciones a las que aferrarse como la religión, la família, el empleo o un sueño que cumplir. Pero hoy todo eso se ha desvanecido y el individuo, como dice Bauman, está asediado. Hoy es el individuo y no la colectividad quien se sitúa en el eje central de la actividad en las actuales sociedades modernas líquidas. Para Bauman, el avance social ya no se hace a través de grupos sociales formados por diversas personas, sinó que es la propia ambición (o desesperación) personal y egoísta de cada individuo lo que sigue alimentando la máquina. El individuo está asediado porqué le atacan por todos los flancos y debe reaccionar cada día a los cambios de última hora para actualizarse y no caducar.
Pero, evidentemente, para que una parte de la sociedad viva así, otra debe estar en el otro lado de la mesa de juego. No hablamos del tercer mundo, pues para nuestra sociedad consumista y vacía de morales, esa parte del mundo no es más que una fugaz y leve imagen borrosa que nada tiene que ver con nuestra vida diaria. Hablamos de los que anhelan vivir la libertad del surfista, pero que no se atreven a dar el paso en el líquido por miedo a perder la seguridad y la solidez de tierra firme. Quizás los hombres que han aceptado la libertad como forma de vida también echan de menos tener un poco de seguridad ya que la relación es clara: a más seguridad, menos libertad; y, a más libertad, menos seguridad. Pero como Bauman destaca, “mientras que los beneficiarios de nuestra peligrosamente desequilibrada, inestable y poco equitativa globalización consideran su libertad sin freno el mejor medio para alcanzar su propia seguridad, sus víctimas directas o colaterales sospechan que su mayor obstáculo para ser libres (...) radica en la inseguridad, que viven como algo horrible y lamentable”. Y mientras los primeros juegan en la playa, los segundos se deben contentar con mirar y soñar desde el espigón.
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