Cuesta encontrar en esta continuación de La Matanza de Texas (1974) los elementos que hicieron de la primera parte un hito del cine de terror contemporáneo. Si bien es cierto que existe un abismo cualitativo entre ambas, también es cierto que las dos cintas tienen tonos e intenciones totalmente diferentes, por lo que, seguramente, no seria justo juzgarlas de la misma forma. Mientras que la primera es un claro ejemplo de cinta de terror seco y sin concesiones, la segunda es una voluptuosa diversión pop que mezcla el horror y el humor sin ningún tipo de vergüenza.
Los primeros 20 minutos de metraje ya nos podrían servir para establecer una separación clara entre ambas cintas. Durante su primer ataque, Leatherface abandona de un plumazo toda la carga trágica y de pesadumbre que arrastraba en la película original y, de pronto, le vemos saltando y gritando encima de un 4 X 4 y ataviado con un traje-cadáver.
Además, en su ataque le cercena la cabeza a un pobre desgraciado que va en el coche vecino y el resultado es una buena dosis de gore de mano del maestro Savini. En la anterior cinta, no solo no había gore sino que prácticamente no había atisbo alguno de sangre. Esto es lo que, en mi opinión, hizo perdurable la cinta. La ausencia de efectos especiales ceñía la película a una estética totalmente realista y le confería consistencia y veracidad. Eso, unido a un inteligentísimo uso del sonido, es lo que la convirtió en el clásico imperturbable que es hoy
Aquí, en cambio, todo destila un cierto aire de incredulidad. Es increíble el personaje de Hopper, la trama de investigación policial hace aguas por todas partes, el hermano de Leatherface es una parodia ambulante, hay agujeros en el guión imperdonables y el plano final, imitación de la escena que finiquitaba la Matanza 1, es decididamente patético.
Pero debo decir que, a pesar de todo lo que he dicho, se trata de una gran película. Si durante el primer tramo me sentí un tanto engañado y me preguntaba qué demonios estaba haciendo Hooper, a partir de la entrada de los personajes dentro del bunker, todo empieza a funcionar extrañamente bien. Es a partir de ese momento cuando el director muestra su grandeza al parodiarse a si mismo de forma insistente. Dos planos durante la escena de la radio (Leatherface saliendo por una puerta sierra en ristre y un asesinato a base de martillazos) imitaban momentos de la cinta anterior, pero en el tramo final todo se hace más evidente. Tenemos la cena, aderezada al enfermizo ritual del abuelo matarife. También tenemos las escenas de disección pero aquí abandonan su tono semi-documental y se convierten en grotescos chistes sobre canibalismo. Y la relación entre Leatherface y la pincha discos es tan divertida como perversamente insoportable. De hecho, tener a Dennis Hopper en el casting ya es un gag por si mismo.
Una década separa ambas películas y fue una década clave en el cine de terror, pues si La Matanza instauró un paradigma dentro del cine de terror, en los 80 se crearía otro muy distinto con películas que demostrarían que una cinta de miedo también podía hacer reír. Antes de que Tobe Hooper se pusiera al frente de La Matanza 2, tuvimos Gremlins, Posesión Infernal, Re-animator, El Vengador Tóxico... Incluso el Hooper presentó La Casa de los horrores un slasher pasado de rosca que ya contenía algunos de los elementos que aparecen en ésta cinta y que Rob Zombie aprovechó para su Casa de los 1.000 cadáveres. Estaba claro que la nueva época imponía un acercamiento distinto al mismo tema y, seguramente, el padre de la criatura prefirió marcar él mismo el camino antes de ceder el producto a otros.
Hooper seguía en forma y, aunque no lo parezca, esta cinta esconde un oscuro discurso sobre la sociedad norteamericana. Muchos son quienes veían en la primera parte una dura crítica a las fuerzas de la seguridad de un país, incapaces de detener aquello que ocurre a la vuelta de la esquina, pero aquí eso se hace mucho más evidente cuando El Sheriff Hopper debe enfrentarse a la policía del condado para seguir con sus pesquisas. Por otro lado, la imagen de la familia de asesinos fortificados bajo tierra es una metáfora estupenda de lo que ocurre al otro lado del Atlántico. Ese mito de la lucha americana que es El Álamo, no solo es un decorado que se erige sobre materiales vacíos e inconsistentes sino que, además, esconde en su interior a unos auténticos monstruos que se codean con la élite de la sociedad (los medios de comunicación y la política) al tiempo que demuestran como de perverso puede ser el culto a la familia. Se puede ser más sutil pero no más divertido.
Y para quien aún tenga dudas sobre si este trabajo del amigo Tobe se trata de una metedura de pata o de una auténtico chiste a costa de su propio mito, aquí va una imagen que no deja lugar a dudas. La Matanza de Texas 2 se estrenó solo un año después de El Club de los 5 y, por lo tanto, no hay duda de quién plagia a quién:
EH!!! Que això s'encomana o que...Tu també posan pelis de terror.
ResponderEliminarAH!! i el fondo del bloc, molt guapo!