'El Diario de los Muertos'

El diario de los muertos condensa, resume y capitula temáticamente todo el universo que el mismo George A. Romero inauguró hace 40 años con La noche de los muertos vivientes y que continuó en forma de desigual trilogía con Zombie (1978) y El Día de los Muertos (1985). En 2004 volvió a las andadas con La tierra de los muertos vivientes, cinta que, a pesar de su impresionante factura técnica, no supo contentar a los fans del maestro del horror. Su excepcional fotografía, sus asombrosas texturas y los sombríos efectos especiales no consiguieron salvar una trama un tanto pobre con situaciones poco o nada originales.
El diario de los muertos es, en cambio, una película hecha a medida para los seguidores del director de Pittsburgh. En ella encontramos mucha más autoreferéncia y reflexión que momentos de auténtico terror. Por supuesto sigue habiendo sangre, mutilaciones y canibalismo. Romero y el gurú de los FX, Greg Nicotero, nos ofrecen algunos de los mejores momentos splatter que hemos visto en años pero, a pesar de la creciente presencia de gore en nuestras pantallas, me atrevería a decir que no habíamos visto imágenes tan originales desde Braindead (Peter Jackson, 1992) –sirva de ejemplo el ataque con ácido o el autoinfligido golpe de guadaña.
Pero, como decía, muchas de estas escenas son solo capítulos aislados en medio de una trama llena de diálogos y discusiones sobre la decadencia de nuestra sociedad. Como siempre en el cine de Romero, el zombi no es la razón de ser de la cinta sino una catalizadora metáfora que acelera el paso de una sociedad tangible y segura a otra llena de incertidumbres y peligros.
En esta ocasión el director duda de la legitimidad del medio audiovisual como epicentro de nuestra cultura y principal motor de nuestras sociedades. Parece preguntarse si la la democracia audiovisual no genera, paradójicamente, más desinformación. Hoy cualquiera puede colgar un video en Internet sin ningún tipo de rigor, credibilidad ni filtro y, ante esto, el espectador (esto sirve para el cine pero también para los móviles, la televisión e Internet) se vuelve escéptico e incrédulo. Resulta revelador el cameo que hace el mismo George A.Romero en la película: aparece en televisión, vestido de policía y presentando como real un segundo montaje de las imágenes que hemos visto abrir la cinta, demostrando la facilidad con que las instituciones modifican la verdad de los acontecimientos.
Pese a que El diario de los muertos arranca bajo un punto de vista similar a películas como Cloverfield y Rec, lo que Romero nos ofrece no es el producto tal-como-sale-de-la-cámara sino el montaje subjetivo y alterado que (supuestamente) ha editado uno de los protagonistas. Estos son estudiantes de cine, no reporteros, y se expresan en un medio propio que es el cine. Un medio en el que se miente, se repiten escenas, se corta, se pega y se añade información para conseguir un todo más real que la propia realidad.
En un principio cuesta aceptar estas reglas de juego, pero pronto nos damos cuenta que las cartas están sobre la mesa y que la intención del director no es la de tomarnos el pelo. Esta especie de reescritura moderna de La noche de los muertos vivientes incorpora su propia crítica, su propio making off, lo que demuestra que Romero es capaz de sobreponerse a la sombra de su mito al tiempo que se vuelve a situar como uno de los más punzantes directores del cine de terror. Un género al que últimamente le sobra hemoglobina pero al que le falta discurso.
Lo mejor: el tándem Nicotero-Romero
Lo peor: que parezca dirigida únicamente a seguidores del subgénero zombi

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