El Caballero Oscuro es, como toda obra maestra, una película exigente. Además de ser larga (152 minutos) cuenta con un montón de personajes que van y vienen, tramas que se abren y se bifurcan sin llegar a cerrarse hasta el último minuto, escenas larguísimas de acción combinadas con escenas aún más largas de diálogos y unos personajes que, por complejos y ambiguos, resultan inaccesibles durante un primer visionado. Pero merece la pena. No creo que en lo que queda de año podamos ver en pantalla grande muchos productos a la altura de este nuevo Batman.
A pesar de la tabarra que nos han dado todos los medios hay que admitir que se trata de una película excepcional. No solo es superior a su predecesora, la excelente Batman Begins, sino que permite, al igual que hizo The dark Knight Returns por el cómic, una renovación dentro de un subgénero cinematográfico tan explotado como poco aprovechado. Todas las comic-movies suelen adolecer de personajes planos, tramas aún más planas y efectos especiales casi desfasados en el momento del estreno que le dan un tono fantasioso e irreal (vease Hulk 2 o The Ghost Rider). En este sentido, el último trabajo de Nolan, se encuentra mucho más cerca de los thrillers de acción de Michael Mann que de las góticas aproximaciones de Tim Burton. Los escenarios son solidos y, gracias al trabajo de fotografía y de vestuario, todo transpira realismo y veracidad. Incluso las incursiones de Batman en la noche son menos sugerentes que antaño y resultan mucho más físicas. Ahora, Batman parece más un soldado de élite que el sombrío espectro del anterior episodio.
La cinta picotea en toda la mitología de Batman sin someterse a ninguna saga o novela gráfica concretas. Consigue destilar elementos de The Dark Knight Returns y de La Broma Asesina para convertir al hombre murciélago en un ser tangible y dolorosamente real pero sin necesidad de ceñirse a ninguna trama establecida. Los fans estarán contentos y también aquellos viven al margen de las (plomizas) reivindicaciones que los seguidores de Miller y Moore encabezamos con cada nueva adaptación de sus obras.
Me gustaría poder decir que los elogios que ha recibido la cinta son exagerados pero no es así. Aunque es escalofriante que ya se esté negociando el posible Oscar póstumo a Heath Ledger, debemos reconocer que su Joker es impresionante. Todo el posible morbo que pudiera despertar verlo en pantalla tras su mortal sobredosis se esfuma a partir de su segunda aparición. De pronto descubrimos un malvado tan atractivo como despreciable. Una furia de la naturaleza que nos hace reír en ocasiones pero que, en realidad, reconocemos como un monstruo insoportablemente cruel.
The Dark Knight no sería tan buena sin este definitivo Joker pero tampoco sería nada sin el impresionante trabajo de Aaron Eckhart como Harvey Dent. Quizá deberíamos evitar la mitificación del cadáver de Ledger y empezar a valorar como se merece este excelente actor que ofrece aquí su mejor interpretación hasta la fecha. El triángulo que se establece entre Dent, Gordon y Wayne (aunque a Christian Bale no se le permita lucirse como antes) es uno de los ejes principales del debate moral sobre las implicaciones de ser (o convivir con) un superhéroe. Los tres luchan contra el Joker pero mienten y se traicionan mutuamente mientras combaten sus propios fantasmas.
Pero dejando a un lado el guión y los actores, hay que aplaudir el trabajo de dirección de Christopher Nolan. Ha rodado lo que será un auténtico referente en los próximos años. Una película tan inteligente como vigorosa que consigue una perfecta comunión de todos los departamentos de la película y que demuestra, de una vez por todas, que una película comercial puede ser también una buena película. A ver si los artífices de cosas como Harry Potter, King Kong, Indiana Jones IV, Speed Racer, Las Crónicas de Narnia y sus derivados aprenden que los espectadores también responden positivamente ante el buen cine y no solo ante la morralla de usar y tirar que llena cada semana nuestras salas.
Lo Mejor: una perfecta fusión entre espectáculo y buen cine
Lo Peor: demasiados gadgets por fotograma cuadrado
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