“¿De verdad escuchas las noticias? Las noticias están totalmente manipuladas. Todo lo que oyes ahí, todos los días del año, está diseñado por las grandes empresas con un solo objetivo: hacer que vivas con miedo. Miedo a todo, para que salgas y te gastes el dinero en cosas. Cosas inútiles, cosas que ya tienes. Para seguir ingresando pasta por publicidad.”
Esta cita no está sacada de la obra de Bauman ni de la de ningún otro estudioso de la decadencia de nuestra sociedad. Tampoco forma parte de ningún tratado sobre medios de comunicación ni está escrita por ningún teórico apocalíptico. El texto es un extracto literal de un diálogo que aparece en ‘La Jungla 4.0’ (Live Free or Die Hard) uno de los ‘blockbusters’ del verano y cuarto capítulo de una de las mayores (y mejores) sagas del actual cine de acción.
No deja de ser interesante que un producto sin más que las de entretener al público y recaudar dinero, logre sintetizar en solo unas líneas muchas de las ideas que aparecen en el libro de Zigmut Bauman, Vida Líquida. Esto demuestra que la sociedad de consumo ha logrado absorber todas las facetas de la vida cotidiana, incluso la disidencia. Un personaje que ataque a los medios de comunicación y a las grandes corporaciones puede cohabitar perfectamente con la vida comercializada, agresiva y vacía que nos ha tocado vivir y que el cine de palomitas ‘made in Holywood’ representa mejor que nadie. Nada escapa a la sociedad de consumo y nada turba su avance. Todo se puede consumir.
No es baladí que entre los títulos de crédito de esta película aparezca la figura de John Carlin. ‘La Jungla 4.0’ habla de un ataque de ciber-terrorismo en los Estados Unidos post 11-S y toma como base de trabajo el interesante artículo de Carlin ‘Farewell to Arms’ del año 1993, para la revista ‘Wired’. Se puede leer en inglés en en Wired.com.
Tanto el artículo de Carlin como la película plantean interesantes preguntas alrededor de lo que Carlin define como la I-War, la Guerra de la Información que, en un futuro, podría amenazar la seguridad de los Estados Unidos y ante la que nadie está preparado para actuar. Carlin expone las dificultades que tendría el hipermusculado ejército norteamericano para solucionar un ataque dirigido contra las telecomunicaciones y todo lo informatizado. El principal problema de las guerras de la información es, como el artículo reza, que “al igual que la tecnología que la hace posible, el panorama es vasto, difícil de visualizar y infinitamente flexible”, y lo que complica las cosas es que “no es necesaria (...) una gran fabrica para manufacturar bombas de software; cualquier PC podría hacerlo”. Según el periodista, estamos ante una nueva guerra fría y, como en la antigua, “cuando el FBI, la NSA, la CIA y el pentágono se unan para hablar de seguridad nacional, un montón de gente empezará a buscar sus cartas de Derechos y Libertades. Y cuando la amenaza de la que todo el mundo habla provenga de ‘hackers’ extranjeros sin rostro, terroristas y fabricantes de bombas (...) podemos apostar que la paranoia demagógica no faltará”.
En la última página de Vida Líquida, Bauman asegura que el nuevo escenario global, “no nos resultará familiar. Será diferente a todo aquello a lo que nos hemos acostumbrado”. Vivimos sin tener en cuenta que nuestra situación diaria, la que nos sostiene y que damos por supuesta, se tambalea, y cada día más. Los recursos se terminan y es inminente un cambio, pero nadie se prepara para ello. En la película podemos ver un pequeño avance de lo que podría ocurrir el día en que se retroceda (tan solo un solo paso) en esa evolución frenética y vertiginosa en la que llevamos décadas instalados. El malo de turno orquestra un “Caos Total”, un ataque de tres fases a los transportes y telecomunicaciones, las finanzas y los servicios y el resultado es claro: vecinos desesperados por no tener ni luz, ni agua ni gas (ni dinero en sus cuentas corrientes); comisarías saturadas de gente, telecomunicaciones cortadas (que ni siquiera permiten a políticos /militares /dirigentes comunicarse entre ellos) y ningún atisbo de quién debe hacerse cargo de la situación ni de cómo debe actuar. El artículo de Carlin es revelador en este aspecto:
“¿qué es un acto de guerra? ¿Cuál es la respuesta apropiada? ¿Cuáles son las líneas de defensa? ¿que significa ifrastructura “civil” cuando el 90 por ciento de las comunicaciones militares de los Estados Unidos viajan a través de redes públicas? ¿Estamos preparados para una hoguera de las libertades civiles en nombre de la seguridad nacional? ¿Necesitamos una armada? ¿Una flota marina? ¿Una fuerza aérea? ¿Importa lo que tengamos? ¿Y como impulsarás un debate informado y libre sobre un asunto de improrrogable importancia sin provocar el pánico? Todas estas son cuestiones interesantes, a no ser que formes parte de los hombres o mujeres a quien han pagado para mantener los Estados Unidos (o cualquier otro país) durmiendo seguro entre sus límites. En ese caso, esas cuestiones son una pesadilla”
Lamentablemente este debate se cierra demasiado pronto en la película y las reflexiones sobre el futuro del terrorismo se diluyen a medida que la acción empieza a suplantar el debate. Existen, sin embargo, otras consideraciones que vinculan la obra de Bauman con La Jungla 4.0. Una de ellas es la cuestión sobre lo es un héroe en la sociedad actual.
John McClane, el personaje central, opina que un héroe es “aquél que arriesga su vida para salvar a los demás”. McClane es hijo de otra época y su protocolo de acción se basa en la aplicación de una violencia desmesurada sobre los demás y la aceptación del dolor propio a cambio de poder salirse con la suya al final. “Algo así como retrasar la gratificación en el momento presente a fin de obtener mayores beneficios en el futuro”, acota Bauman. El pensamiento de MC Clane se relaciona con la obsoleta figura del héroe como protector del Estado-Nación capaz de morir por su patria con tal de evitar un nuevo ataque terrorista. Y además, lo hace sin esperar a cambio medallas de ningún tipo, lo que reafirma su lealtad al país, algo totalmente inconcebible en la época de las ‘celebrities’.
Pero, por otro lado, John McClane es el ejemplo perfecto del héroe líquido, al menos en zona de guerra, ya que es capaz de ir re-ajustándose y adaptándose a cada nuevo entorno a medida que inicia más y más batallas contra los enemigos. Y en cada situación es capaz de matar con lo que más cerca tenga (ya sea un fusíl, un cuchillo, un camión o un helicóptero). Además, en esta ocasión los guionistas le han proporcionado un plus de liquidez con su nuevo compañero, un hacker que guía a Mc Lane allí donde no puede llegar: el mundo de las redes informáticas y las telecomunicaciones. ¿El resultado? una imparable persecución con todo tipo de giros y regiros, vueltas de tuerca y un ‘Más Difícil Todavia’ perpetuo. “¿Cual es el plan?”, le pregunta el chico, “¿llegar allí y matar a todos menos a mi hija”, contesta él. “No, yo me refiero a un plan, de verdad, un plan... en serio” concluye preocupado el chico.
Pero como Bauman sabe y defiende, en la vida líquida el ‘plan’ no hace falta, ya que lo que importa es el momento actual, la lucha de aquí y ahora. Y todo lo demás no debería afectarnos.
Y cuando acabe la película, ya pondremos otra cosa.
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