Confesiones de un cinéfilo II: Lenguaje cinematográfico

Muchas veces mis amigos y amigas me acusan de ser un friky con esto del cine. El comentario más habitual es que, en vez de ir a disfrutar de la película, voy a criticarla, a ver lo negativo. Evidentemente, yo digo que eso no es verdad. Si la película es buena la disfruto, pero eso no evita que analice como está filmada, que planos usa, la importancia del sonido, de la fotografía...

Ante eso, la respuesta es, siempre, “yo solo miro que la historia sea buena”. Y por ahí es donde no paso, porqué la historia es únicamente una parte de la película. Lo decía Tarantino: “una película debe ser mucho más que su guión”. Hablar de lenguaje cinematográfico, de estilo, de técnica puede ser muy complicado. Yo, la verdad, aún estoy en pañales en algunos temas pero me gusta analizar los distintos elementos pormenorizadamente y destacar aquello que tiene de bueno una película. Aunque la historia sea un peñazo. Y para demostrar que tengo razón, siempre uso el símil de la literatura:

Aunque a veces me lo quieran negar, mis amigos han de admitir que tengo razón en que el lenguaje es importante para un libro. Cuando han leído algo siempre me dicen: “me gusta como escribe tal autor” o “el lenguaje es complicado”, etc. Cuando abrimos un libro somos capaces de decir como está escrito. Puede usar palabras técnicas o llanas, las frases pueden ser largas o cortas, muy simples o muy elaboradas. La trama puede ser lineal o puede irse por las ramas. Hay autores que no usan guiones para separar escenas de diálogo. Algunos usan constantemente un vocabulario muy rico mientras que otros apuestan por el “fulano dijo esto y menguano dijo lo otro”.

Esto, por fuerza imprime un efecto en la historia. Un libro está escrito con palabras y lo único que hay son palabras. Es su selección y la forma como se conjugan lo que construye una pieza global y que nos permite decir si un libro es bueno o es malo.

Pues para mí, el cine es lo mismo. Una película está hecha a partir de cientos de planos. La puesta en escena, los movimientos de cámara, la longitud y perspectiva de los planos... todo eso define la película e influye en su visionado. Puede que no nos demos cuenta ya que un montador de cine no es un payaso y sabe lo que se hace. Pero sí que podemos darnos cuenta fácilmente cuando un plano se alarga, cuando “no pasa nada” me dicen. ¡Claro que pasa! Cada escena sirve a algún motivo. Nada es gratuito. Godard decía que una panorámica es “una cuestión moral”. Si una persona planifica y ejecuta un determinado plano, habrá que valorarlo y decidir si es positivo o negativo. Esto siempre ajustándose a un sistema de valores propio. No seré yo quien diga qué debe ver la gente ni qué películas le han de gustar.

La moraleja vendría a ser que cada cual haga lo que le dé la gana. Y por tanto, que dejen de criticar mi actitud ante el cine. Aunque no lo parezca, seguramente me aporta mucho más placer ver una película atentamente que no el hecho de desentenderme de su lenguaje en pos de un visionado más fútil (ver la peli y olvidarme). No quiero olvidar la película. Quiero que vuelva a mí al día siguiente, descubrir, 48 horas después, a qué venía esa frase, ese plano. Esa mirada. Pensar en lo que me he dejado en el tintero y qué debo recuperar en otra sesión. Buscar críticas en revistas o Internet para reforzar mi opinión o para enfadarme si no me dan la razón. Eso, en definitiva, es pasión por el cine. Y lo que a mí me gusta, por encima de otros hobbies, es ver (y analizar) películas.

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