1. La ficción puede mostrar la realidad que nos rodea igual de bien que el ensayo. Ergo, también es posible debatir / reflexionar sobre una novela igual que sobre un informe. (Yani, iba por ti)
2. Los libros a la última moda de autoayuda (Bucay y compañía) no tienen nada de Auto porqué vienen dirigidos por el autor. Las novelas normales y corrientes sí que permiten una Auto-Ayuda porqué cada uno extrae de sus páginas aquello que le sirve y lo usa como mejor le conviene. (Yol, esta es para ti)
2. Los libros a la última moda de autoayuda (Bucay y compañía) no tienen nada de Auto porqué vienen dirigidos por el autor. Las novelas normales y corrientes sí que permiten una Auto-Ayuda porqué cada uno extrae de sus páginas aquello que le sirve y lo usa como mejor le conviene. (Yol, esta es para ti)
Dicho esto, hay que reconocer la capacidad de la novela El curioso incidente del perro a medianoche para obligarnos a recapacitar sobre nosotros mismos, sobre aquello que nos hace actuar de una determinada forma y sobre nuestras autoimpuestas limitaciones. En la novela de Mark Haddon, asistimos al viaje de Christopher, un chico con graves problemas para relacionarse con el mundo, que consigue superar un montón de fronteras en pos de un sueño.
Y (ahora esto es para todos los que odien los libros con moralina) a pesar de todo lo que he dicho, se trata de una novela excepcional, divertida y emocionante. Además es corta y estoy seguro que la podréis encontrar en cualquier biblioteca. [Bueno... vale... y si no, haced link a Pulso Digital]
Todo el libro está escrito en primera persona, siguiendo las reflexiones y actuaciones de Christopher. Esto obliga a repensar todo lo que sabemos sobre la realidad, la ecuación, el lenguaje, y la comunicación para adaptarlo al punto de vista de un niño autista. A través de sus ojos podemos ver como todas nuestras actuaciones diarias se ven condicionadas por nuestra pertenencia a una sociedad determinada o a un grupo social. Nada es voluntario y todo depende de aquello que hacen / piensan / opinan los demás, ya sea en la familia, en el colegio, en la calle o en el trabajo.
El mensaje final del libro, o al menos el poso que ha dejado en mí, es que a menudo nos ofuscamos por cosas que se pueden resolver más fácilmente de lo que creemos y que nada es tan grave como parece. Cuando tenemos un problema somos incapaces de ver lo que tenemos delante y de descubrir qué hay más allá de una serie de fronteras mentales. No vemos que, con un poco de esfuerzo, valor y agallas podemos alcanzar cualquier meta que nos propongamos.
...Ya sé que muchos empezáis a abandonar la idea de leeros el libro, pero opino que el gran acierto de Haddon es mostrar este viaje de Christopher no como algo fantástico sino como una aventura creíble y tangible, en la que todos nos podemos reconocer y que podemos exportar a nuestra vida diaria. No hay escenas artificiosas y todo sigue una coherencia aplastante.
La novela, que arranca con la investigación del asesinato de un perro, atrapa desde el primer párrafo y no te suelta hasta el final. Está lleno de divertidísimas reflexiones metalingüísticas que obligan a esbozar una sonrisa y que demuestran a un excelente autor a tener en cuenta.
Uno de los puntos fuertes de la novela es que obliga al lector a situarse en una situación tan desconocida como desconcertante: al observar la historia a través del personal filtro de su protagonista, todas sus emociones se revelan frías y mecánicas. Eso hace que las escenas más emocionantes carezcan de la prosa retorcida y prepotente de la literatura clásica, lo que crea una situación tan extraña como estimulante. La emoción que percibimos nosotros es mucho más intensa porque podemos adelantarnos a los hechos gracias a una intuición que Christopher no puede usar por centrarse únicamente en los hechos. Sabemos cosas antes de que él las descubra, lo que provoca un desasosiego y una tensión pocas veces vista que te arrastra a seguir leyendo.
Quizá no quede muy claro de qué estoy hablando, pero no quiero estropear ninguna de las muchas sorpresas que depara esta gran novela. Solo quiero dejar claro que es una joya. Un libro imprescindible que todo el mundo debería leer antes de salir a la calle y opinar de según que cosas.
Lo mejor: todo
Lo peor: no entender todos los acertijos que Christopher nos propone
Y (ahora esto es para todos los que odien los libros con moralina) a pesar de todo lo que he dicho, se trata de una novela excepcional, divertida y emocionante. Además es corta y estoy seguro que la podréis encontrar en cualquier biblioteca. [Bueno... vale... y si no, haced link a Pulso Digital]
Todo el libro está escrito en primera persona, siguiendo las reflexiones y actuaciones de Christopher. Esto obliga a repensar todo lo que sabemos sobre la realidad, la ecuación, el lenguaje, y la comunicación para adaptarlo al punto de vista de un niño autista. A través de sus ojos podemos ver como todas nuestras actuaciones diarias se ven condicionadas por nuestra pertenencia a una sociedad determinada o a un grupo social. Nada es voluntario y todo depende de aquello que hacen / piensan / opinan los demás, ya sea en la familia, en el colegio, en la calle o en el trabajo.
El mensaje final del libro, o al menos el poso que ha dejado en mí, es que a menudo nos ofuscamos por cosas que se pueden resolver más fácilmente de lo que creemos y que nada es tan grave como parece. Cuando tenemos un problema somos incapaces de ver lo que tenemos delante y de descubrir qué hay más allá de una serie de fronteras mentales. No vemos que, con un poco de esfuerzo, valor y agallas podemos alcanzar cualquier meta que nos propongamos.
...Ya sé que muchos empezáis a abandonar la idea de leeros el libro, pero opino que el gran acierto de Haddon es mostrar este viaje de Christopher no como algo fantástico sino como una aventura creíble y tangible, en la que todos nos podemos reconocer y que podemos exportar a nuestra vida diaria. No hay escenas artificiosas y todo sigue una coherencia aplastante.
La novela, que arranca con la investigación del asesinato de un perro, atrapa desde el primer párrafo y no te suelta hasta el final. Está lleno de divertidísimas reflexiones metalingüísticas que obligan a esbozar una sonrisa y que demuestran a un excelente autor a tener en cuenta.
Uno de los puntos fuertes de la novela es que obliga al lector a situarse en una situación tan desconocida como desconcertante: al observar la historia a través del personal filtro de su protagonista, todas sus emociones se revelan frías y mecánicas. Eso hace que las escenas más emocionantes carezcan de la prosa retorcida y prepotente de la literatura clásica, lo que crea una situación tan extraña como estimulante. La emoción que percibimos nosotros es mucho más intensa porque podemos adelantarnos a los hechos gracias a una intuición que Christopher no puede usar por centrarse únicamente en los hechos. Sabemos cosas antes de que él las descubra, lo que provoca un desasosiego y una tensión pocas veces vista que te arrastra a seguir leyendo.
Quizá no quede muy claro de qué estoy hablando, pero no quiero estropear ninguna de las muchas sorpresas que depara esta gran novela. Solo quiero dejar claro que es una joya. Un libro imprescindible que todo el mundo debería leer antes de salir a la calle y opinar de según que cosas.
Lo mejor: todo
Lo peor: no entender todos los acertijos que Christopher nos propone
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