'El Incidente', otro rollo de Shyamalan

Tras el boom que supuso El Sexto Sentido y hasta el estreno de la excelente Señales, M. Night Shyamalan, era considerado como una figura clave dentro del cine comercial contemporáneo. Baste decir que fué apodado como El Nuevo Spielberg por la revista Newsweek (ehem) por su sensible acercamiento al género fantástico y por su apabullante dominio del formato audiovisual.

Pero después llegó El Bosque, una desmitificación de su própia filmografia a través de la negación todos los códigos que le hicieron famoso. La gente se sintió insultada al observar que el Final Sorpresa, que tras El Sexto Sentido se había convertido en un género por si mismo, podía ser también un final desagradable. Nadie entendió la jugada y se acusó a Shyamalan de tomar el pelo a los espectadores. Debo decir que, en mi caso, ya me olía el final a media película (Spoiler cantaba a la legua que la camisa de Brendan Gleeson no estaba tejida en la supuesta época en que arranca la cinta Fin del Spoiler) y opino que las cualidades estéticas de la cinta (fotografía, planificación, montaje...) hacen que valga la pena un segundo visionado. Pero después de ese tropezón vino algo mucho peor, la imperdonable La Joven del agua, una cinta ridícula donde no se salvan ni los efectos especiales. Y me trae sin cuidado que el director le contara ese cuento a su hija de pequeña. Si una película es mala lo es. Y esta es mala, pretenciosa, aburrida y pedante hasta decir basta.

Si nos fijamos en estos precedentes y en la sinopsis del Incidente, fácilmente podíamos intuir que se iba atratar de un nuevo error. Así pues, ¿qué es lo que ha propiciado que todos los medios de comunicación (especialmente los de Internet) se hayan dejado llevar por la euforia de un nuevo estreno de M.Night Shyamalan? Lamentablemente, el visionado de la película nos da la razón y el resultado es una ridícula trama que mezcla el temor a ataques terroristas con un ecologismo de pega.

No debemos menospreciar algunos elementos interesantes de El Incidente, especialmente la forma en que estan rodadas las escenas de suicidios y algunas imágenes de verdad estremecedoras. Pero la trama de supervivéncia resulta repetitiva y simplona y las interpretaciones de los personajes son poco menos que insoportables. Shyamalan vuelve a reincidir en los mismos referentes temáticos y visuales que ya hemos visto demasiadas veces y que acaban por no transmitir nada. Los planos larguísimos en que se sigue un minúsculo (pero primordial) detalle, los cerradísimos planos de los protagonistas como forma de diálogo primordial, la referencia constante a los medios de comunicación (Rádio y TV) y una planificación tramposa que crea amenazas donde, quizá, no las hay. Todo el metraje da bandazos entre lo magistral y lo ridículo y Shyamalan parece haber perdido el firme pulso que antes permitía separar una cosa de la otra.

No nos engañemos. Esta película es de lo más prescindible y a ratos parece orquestrada por un imitador antes que por el própio Shyamalan. Ni siquiera la fotografía del enorme Tak Fujimoto (habitual de Shyamalan pero también responsable de El Silencio de los corderos, Gladiador o Malas tierras) ni la imprescindible banda sonora de James Newton Howard (lo mejor de toda la película) consiguen salvar la función. Deberemos esperar a ver el siguiente movimiento de Shyamalan pero, de momento, sus películas mediócres ya empiezan a superar a sus grandes trabajos. Mucho cuidado.

Lo Mejor: su banda sonora
Lo peor: las interpretaciones


Podeu llegir una crítica en català d'aquesta pel·lícula a elter.net

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