Hacía tiempo que no me reía tanto en el cine. La arrancada quizá no fue muy efusiva pero practicamente toda la película me la pasé riendo a carcajadas. Incluso me reía en momentos que no hacían gracia... ¡porqué me acordaba de escenas anteriores! Quizás no sea para tanto y a algunos (a mi padre, por ejemplo) les pesará como una losa, pero yo me lo pasé en grande. Ahora bien. Dos días después, por algún extraño motivo, me daba la sensación que la película no era tan grande, tan buena, tan única. Y eso me pareció raro.
Los mecanismos humorísticos de Zohan son (no nos engañemos) los mismos que los de películas como Hot Shots y Agarralo como puedas: humor grueso sin demasiados filtros, caídas tontas, contorsiones humanas increíbles, frases absurdas amontonadas una encima de la otra. Pero, curiosamente (debe ser la mano de Judd Appatow en el guión), consigue destilar algo más. La epopeya de Zohan resulta emocionante; su enamoramiento, creíble; el desenlace, (hasta cierto punto) coherente y uno acaba la película reconfortado, feliz. Así pues, ¿porqué diablos caduca tan pronto ese efecto?
Quizás sea porqué se trata de una película gaseosa, que avanza rápido sin ceder en ningún momento. Los gags se acumulan, uno detrás de otro, y al final uno queda saciado y sin oportunidad de digerir pausadamente. Muchos de los chistes son visuales (las duchas eróticas a cámara lenta, las enésimas imágenes a lo Matrix...) por lo que, recordadas a posteriori, tampoco tienen mucha gracia. Sí que recuerdo, en cambio, las llamadas telefónicas al más puro estilo de Gila (¿está el enemigo?).
Puede que sea culpa mía, que siempre le busco los tres pies al gato, y a la película no le pase nada. Zohan aguanta el tipo perfectamente, hace reír, no aburre y propone un discurso mucho más efectivo que comedias teenagers a lo Scary Movie o American Pie. Debemos elogiar también el fabuloso y original retrato que ofrece de una ciudad tan cinematografiada como Nueva York. Dennis Dugan pasa de puntillas por Central Park, por los rascacielos y Avenidas de la gran manzana y centra su mirada en los inmigrantes que se encargan de pequeños oficios (taxistas, peluqueras, transportistas, camareros...) y que demasiado a menudo se les estereotipa en el cine (ya sea con buenas o malas intenciones). Intentan vender Zohan como una nueva Borat pero es un error. Aquí no hay ningún tipo de insulto racial, étnico, cultural o territorial. Como viene siendo habitual en las comedias de Sandler, sus personajes se mueven por bondad o ingenuidad, sin maldad ni desconfianza y, por eso mismo, consiguen atrapar al espectador y son tan especiales. Su cine siempre me ha gustado y esta cinta no defrauda. Quizás no la vuelva a ver jamás, pero he disfrutado de cada minuto de metraje.
Lo mejor: la inteligencia que desbordan muchos de sus gags
Lo peor: que Mariah Carey piense que su aparición mejorará su carrera
Reconoce que es mala, solo la salva Schneider i Sandler.
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